El dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, el hombre que pretendió disputarle a Juan Domingo Perón la conducción del justicialismo, era asesinado hace 50 años por un grupo de desconocidos que irrumpía en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), ubicada en la calle La Rioja, en el barrio de Parque Patricios.
El sindicalista, que encabezaba el gremio más poderoso del país y era conocido como “El Lobo”, recibía el 30 de junio de 1969 cinco balazos mientras conversaba por teléfono con el dirigente peronista Antonio Cafiero sobre la coyuntura política de una Argentina convulsionada.
Aquel era un país gobernado por la dictadura del general Juan Carlos Onganía y sacudido por los efectos de “El Cordobazo”, el estallido social que un mes antes había conmocionado al país.
Descendiente de holandeses, y nacido en 1923 en Entre Ríos, Vandor ingresó a los 17 años a la Armada, donde se formó como suboficial naval y luego, en los cincuenta, tras dejar la fuerza se convirtió en delegado gremial.
Sin embargo, su trayectoria como destacado dirigente sindical se forjó en los primeros años que sucedieron a la caída de Perón, luego de 1955, en los tiempos de la denominada “Revolución Libertadora”.
En 1958, Arturo Frondizi fue electo presidente tras un pacto con Perón, y los gremialistas justicialistas volvieron a la conducción de los sindicatos. En este contexto, Vandor fue ungido como secretario general de la UOM y líder de las 62 organizaciones peronistas.
Un año más tarde, negoció con el gobierno de Frondizi un convenio en el que se recortaban derechos laborales y se pautaban aumentos salariales por productividad, en medio de rumores sobre un pago recibido por el Lobo para que este acuerdo se concretara.
Durante el gobierno de Arturo Illia, quien asumió en 1963, el sindicalista lanzaría un duro plan de lucha y propiciaría la toma de más de 10 mil fábricas.
A fines de 1964, se organizó un fallido regreso de Perón, denominada Operación Retorno, que se abortó cuando el líder histórico debió regresar a España desde Brasil y dejar el avión que lo traía de regreso a la Argentina.
Muchos peronistas acusaron a Vandor de frustrar el retorno del líder exiliado en Madrid con el propósito de mostrar que el creador del justicialismo no podía retornar al país y había que actuar en consecuencia.
La idea de construir “un peronismo sin Perón” comenzó a cobrar fuerza en las filas del metalúrgico.
En 1965, Isabel Perón llegó al país para apoyar las listas peronistas que en las elecciones de ese año se oponían a los armados propiciados por Vandor.
Los candidatos bendecidos desde Madrid ganaron en todos los comicios, en medio de un enfrentamiento que iba en aumento al interior del peronismo.
En esos días, Vandor escapaba de un atentado en el Hipódromo de San Isidro, donde era un asiduo concurrente.
En el Congreso Metalúrgico de Avellaneda, celebrado en mayo de 1966, este enfrentamiento político se cobraría tres vidas.
En un confuso y nunca esclarecido hecho ocurrido en la confitería Real, de esa localidad -que tendría la participación del propio Vandor-, morirían los militantes del peronismo revolucionario Domingo Blajaquis y Juan Salazar, además del dirigente de la UOM Rosendo García, un hombre muy cercano a “El Lobo”.
El escritor y periodista Rodolfo Walsh, en su libro “¿Quién mató a Rosendo?” concluiría, en base a una pericia balística, que los disparos que acabaron con las tres vidas habían salido del revólver de Vandor.
Rosendo García era un sindicalista en ascenso y comenzaba a tener una fuerte presencia en la provincia de Buenos Aires, y muchos consideraban que Vandor recelaba del crecimiento que mostraba su lugarteniente.
Tras el golpe de Onganía, Vandor asumió una postura dialoguista con la dictadura y ello desembocó en una división del movimiento obrero organizado.
Surgió en 1968 la CGT de los Argentinos, que encabezaba el gráfico Raimundo Ongaro, opuesta a la Central que tenía su sede en la calle Azopardo y era hegemonizada por el líder de la UOM.
La actitud ambigua de Vandor ante “El Cordobazo” y sus apelaciones a “la unidad del pueblo con las fuerzas armadas”, usurpadoras del orden constitucional, impulsaron a sectores radicalizados del peronismo a terminar con la vida del sindicalista.
Ese fue el objetivo de la Operación Judas, emprendida por un comando de cinco integrantes que ingresó a la sede de la UOM haciéndose pasar por oficiales de justicia.
Al ingresar, comenzaron a buscar a Vandor a los gritos, y al llegar a su despacho lo ejecutaron de cinco disparos.
Dos años después, un autodenominado Ejército Nacional Revolucionario (ENR) se adjudicó la autoría del atentado, pero se trataba de una organización ficticia, ya que los verdaderos autores de la ejecución fueron integrantes de la organización “Descamisados”, que más adelante se incorporarían a la guerrilla de Montoneros.
La causa por el asesinato del sindicalista se cerró en 1972 sin sospechosos ni culpables, y un año después, el propio Perón declaró que le había advertido a Vandor que su vida corría peligro. “Si usted le falla al Movimiento, el Movimiento lo mata; y si usted le falla a la CIA, la CIA lo mata. Me acuerdo que lloró”, evocó el viejo caudillo al referirse a ese crimen, que anticipó el ciclo de violencia política que envolvería al país en los años setenta.